A
diferencia del silencio, mis manos gritan… anhelan las tuyas.
¿Desde cuándo empecé
a sonreír al pensar en ti? ¿Desde cuándo empecé a extrañarte?
Esa sonrisa que se me
escapa en tu honor, ese aroma tuyo que me imagino cada vez que me acuerdo de
entrelazar mis manos en tu cintura que pinta mi imaginación.
En un suspiro de amor
crecen mis memorias de nuestra historia, donde tú relatas cada cuento, cada
baile y cada minuto de nuestro silencio, qué más que silencio, parece una
sinfonía de sentidos, de imaginación… nada silente por supuesto.
El recuerdo del tacto
que me dejaron tus manos, sin ser una droga me hace alucinar y sin ser amnesia
me hace olvidar mis males… Sin ser medicina me quita el dolor y sin ser perfume
aleja todo hedor.
En aquel pequeño
cuerpo yace mi memoria intacta… intacta de males y artimañas que, al parecer se
perderán en besos y risas cual fuesen telarañas.
Y sin ser pintora
trazas la curva de mi felicidad, y sin ser escultora esculpes mis memorias en
tu honor.
Es como un bello
placer que poco a poco se teje en tranquilidad… y todo el dolor desaparece en
aquella fría y rotunda, que por cierto voy dejando atrás, oscuridad.
Sin esperar sonrisas
se que sonreirás al leer esto, porque sin ser mago, mis manos desaparecen tus
males, y sin mencionar tu nombre, estos textos te describen y sin arrepentirse
de nada, poco a poco, todos mis miedos se cohíben.