Pudiera ser feliz con
el ver un árbol, hablándome de ti y de tu ausencia, de aquella
presencia que con el viento se fue y que de mí nunca pudo ser.
Los días pasan y aquí
no cambia nada, aunque pensé que la anestesia era la endemoniada… Hay veces que me agobio por no decirte que te extraño o porque la
vida no me da las razones suficientes para vivir este engaño. Un
daño que me hace el no saber de ti y mientras las horas se me
escurren yo pienso que esto al fin yo lo elegí, pensar que te di
todo lo que vi y sentí que morí, por ti… mientras viví que las
uñas desgarran mi pecho, no solo son las tuyas, son las de mil
amores que tuve antes… que en este momento no sirven de nada.
“Para los poetas no
existe el olvido” dice Pablo Hasel y aunque no me creo poeta, el
olvido tampoco existe para mí… digo que sí pero, creo más en el
perdón que en el olvido, aunque no soy muy bueno para el perdón, no
tengo el don, solo quiero un ron para olvidar este ardor del amor, sentir el fervor del sabor con el calor del adiós.
Unos lloran de
tristeza, otros lloran por amor, otros lloran por coraje y otros por
emoción. Quisiera tener una razón para llorar, hace varios días
que mi garganta te tiene atravesada pero no es suficiente para
quebrar mi cordura estructurada, la que una vez traté de romper por
tu mirada pero que se acobarda cada vez que un beso le aguarda. Como
llamarada me dices que me amas, en un pensamiento que pareció real… Pero ¿para qué creerle a ésta mente alcoholizada?, por la tristeza y
el llanto del amor inexistente esperando a que llames enamorada,
ilusionada… Y por el contrario me das una tacleada.
Ni una tecleada podrías
ser capaz de hacer por éste que piensa en tus manos, como símbolo
de lo inconcluso que quedó nuestra aventura y para culminar aquí no
termina nuestra historia, solo es una noche de tantas que me atrevo a
mencionar aquello que no te dije en persona… pero que aquí no ha
de terminar.
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